Se reúne la Comunidad


Empecemos por “sentirnos invitados” a una comida importante, o a un banquete. Todos tenemos experiencia desde que éramos niños de la alegría que teníamos cuando nos invitaban a comer en casa de unos familiares queridos o buenos amigos.

Por eso, si de verdad queremos vivir nuestras celebraciones de la Misa, empecemos por “sentirnos invitados”, por creer que es Dios mismo quien nos invita a ese banquete. Otra alegría es saber que a ese banquete también están invitados nuestros hermanos en la fe, miembros de la Iglesia universal, que pertenecen a nuestra comunidad cristiana. Invitados a una comida familiar: los judíos celebraban todos los años la Cena de la Pascua judía, recordando la salida de Egipto, guiados por Moisés.

Jesús, que era judío, celebra dentro de esta Cena de Pascua la Primera celebración de la Eucaristía, como lo cuentan los evangelistas y escribe san Pablo.

“Yo recibí del Señor lo que les enseño a ustedes: Que el Señor Jesús, la noche que le llevaron preso, cogió pan, y después de dar gracias al Padre lo partió y dijo: “estro es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Lo mismo después de cenar, cogió la copa y dijo: “Esta copa es la Nueva Alianza con mi sangre. Siempre que beban de esta copa, háganlo acordándose de mí”.

La Misa y el banquete familiar empiezan por un momento de acogida. Lo que hace la familia a las personas que vienen de fuera. Y en la Misa se hace por el saludo del sacerdote que en nombre de Dios acoge a sus fieles: “El Señor esté con ustedes”.

Después de la comida, la familia y amigos hablan y se comunican noticias, novedades, recuerdos de su vida pasada. En la Misa se hace algo parecido con la Liturgia de la Palabra. Dios mismo habla a la comunidad cristiana, que está reunida en la iglesia, con palabras del Antiguo Testamento, Después el sacerdote las explica y aclara en la homilía, para que los fieles lo comprendan bien y lo practiquen en su vida de cada día.

Después de hablar, la familia invita a sentarse a la mesa a comer. Lo mismo que la Iglesia nos invita a la Liturgia de la Eucaristía, que tiene tres momentos importantes pero distintos: del ofrecimiento del pan y del vino, en el Ofertorio; el de la Consagración, que se realiza el cambio del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, y el momento de la Comunión, que nos unimos al Señor en la comida de su Cuerpo y Sangre.

Después de invitarnos a una buena comida debemos dar gracias a la familia. En la Misa es el momento de la despedida; entonces con una oración damos gracias al Señor por invitarnos a la Cena eucarística, y es la Conclusión de la Misa, en que el sacerdote nos despide con estas palabras: Pueden ir en paz. Se acabó la Misa.