Señor, dame tu Espíritu Santo


Jesús puede dar algo que nadie en el mundo puede dar, algo como un agua viva que llena la necesidad del corazón del hombre, algo que da la posibilidad de dar una adoración auténtica a Dios: en Espíritu y en verdad; un alimento verdadero, que es la voluntad de Dios, la cual es la misión que Dios confía a cada uno para realizar en este mundo. Un Jesús que no conoce barreras culturales ni religiosas, sino que quiere entrar en relación con todos y que por esto es reconocido por los mismos samaritanos como «Salvador del mundo». ¿Qué nos dice el Señor a través de este cuadro sobre la persona de Jesús? Que existe un hombre que es capaz de entrar en una relación tan íntima con los demás, como para saciar aquella sed de amor que hay en el corazón de cada persona. Esta es una palabra que invita a no desesperar: es posible para ti, para nosotros esperar, creer que es posible todavía tener esta respuesta a nuestra necesidad de tener relaciones auténticas en nuestra vida. Esta palabra nos dice también que ahora, en este momento el Señor te da la posibilidad de tener esta nueva relación, esta relación auténtica con los otros. Esta relación auténtica comienza aquí, a través de la Iglesia. La Iglesia es la que se comunica contigo y te dice una palabra verdadera, una palabra auténtica, y que puede salvar tu vida, de modo que tú también, como estos samaritanos, puedas decir que este Jesús es verdaderamente el salvador del mundo.
También hoy Dios sigue creando, produciendo alguna cosa en la vida de cada uno de nosotros. Acércate a Jesús como la samaritana y deja que él te revele la obra que Dios desde hace muchos años está realizando en ti y te lleve a descubrir que esa sed de relaciones auténticas y profundas es también sed de Dios, sed de Jesús que te da el agua viva que salta hasta la vida eterna.