El amor de Jesús


La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos presenta a un leproso que, lleno de humildad, le pide a Jesús la curación de su terrible enfermedad. Jesús lo cura, y esta curación es una prueba de que el Reino de Dios está presente entre los hombres. La actitud de Cristo describe su misericordia ante el dolor humano.
Hoy el pasaje evangélico narra la curación de un leproso y expresa con fuerza la relación entre Dios y el hombre, resumida en un estupendo diálogo: "Si quieres, puedes limpiarme", dice el leproso. "Quiero: queda limpio", le responde Jesús, tocándolo con la mano y curándolo de la lepra (Mc 1, 40-42). Vemos aquí, toda la historia de la salvación: ese gesto de Jesús, que extiende la mano y toca el cuerpo llagado de la persona que lo llama, manifiesta perfectamente la voluntad de Dios de curar a su criatura caída, devolviéndole la vida "en abundancia" (Jn 10, 10), la vida eterna, plena, feliz.
Cristo es "la mano" de Dios tendida a la humanidad, para que pueda salir de la enfermedad y de la muerte, apoyándose en la roca firme del amor divino (cf. Benedicto XVI, Angelus, 12-II-2006).
La vida de Jesús es una historia de rescate de los que viven en el dolor y la soledad. Jesús atiende el grito de soledad del leproso, se compadece de su situación, cura sus heridas y lo devuelve a la comunidad. Jesús curó al leproso que se le acercó con fe total, confiada. Incluso como dispuesto a aceptar un "no". "Si quieres, puedes curarme...". La lepra era una enfermedad repugnante, se consideraba incurable y una maldición de Dios. Los leprosos se veían, así, sometidos a una marginación horrorosa. Eran expulsados de la sociedad por contagiosos e impuros. Jesús rompe valientemente fronteras sociales y discriminatorias con su actitud ante el leproso. Jesús se encuentra con la persona, con el leproso: este encuentro con Jesús es lo que cura y salva.
Todos los tiempos tienen su "lepra" y sus enfermedades. En el nuestro están ahí y de forma bien clamorosa. ¿Quiénes son los "leprosos" de nuestros días? Las víctimas del aborto (que son ya marginados antes de nacer), los enfermos, los ancianos, los presos, los extranjeros, los drogadictos, los enfermos mentales, los que no encuentran sentido a su vida...
Frente a estas nuevas pobrezas, estamos llamados ser otros Jesús que rompamos las barreras de la marginación. Es el contraste entre Jesús cercano al que sufre y una sociedad que separa y discrimina, prescinde y condena. La sociedad que quiere olvidarse de Dios, acaba olvidándose del hombre, acaba destruyendo al mismo hombre. Jesús denuncia el pecado y atiende preferentemente a los seres marginados y los incorpora a la comunidad.
El pecado rompe la relación con Dios y es destruye la fraternidad humana. Luchar contra el pecado, buscar la reconciliación de todos los hombres con Dios es la mejor forma de romper los muros de la marginación. ¿Qué marginados hay en tu zona, donde vives? ¿Qué puedes hacer tú por ellos?