La Tormenta


Dice el evangelio: De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca.
Igual nos pasa algunas veces a nosotros, se nos desata un montón de problemas en nuestra vida y la preocupación entra en nosotros con peligro de hundirnos, los nervios que ahogan nuestro ánimo y nuestro deseo de superarnos. Los temores nos llenan el alma y nos hacen perder el trato íntimo con Dios. Muchas veces son cosas sencillas de resolver, pero nos imposibilitan a entregarnos con tranquilidad a la oración.
En otras ocasiones, recibimos alguna noticia poco agradable y perdemos la calma. Entonces vemos que en el fondo de nuestro corazón, pareciera que esta dormido Jesús, y le preguntamos con desesperación, Señor sálvanos.
El Señor nunca nos deja, pero nosotros preocupados de las cosas temporales y solo de valor material, nos dejamos, nos separamos de El, entonces, El permite una tempestad en nosotros y vivimos momentos de temor, la angustia nos zozobra y nuestro corazón se hunde en las dificultades.
Es así, como para superar todo momento difícil, debemos acudir a El, aunque pareciera que no nos está oyendo, siempre nos espera con los brazos abiertos. Porque Jesús, no duerme ni nos abandona, pero si prueba nuestra fe, nuestra constancia y fidelidad. En cierta oportunidad, Santa Catalina de Siena, se quejó que de que el Señor la había abandonado en la hora de una prueba y el Señor le respondió, “Nunca estuve mas cerca de ti que en ese momento.”