Jesús rompe nuestro aislamiento


Presentaron a Jesús un sordo, que apenas podía hablar. Nos sorprende que, a diferencia de otros casos, Jesús hace gestos: aparta al sordomudo, le mete los dedos en los oídos y le tocó la lengua con su saliva. No son gestos mágicos de brujo, sino pedagogía para suscitar la fe en un hombre sordo, que no puede oir las palabras, y de un mudo que no puede expresar su petición, que es su oración. En otros casos han sido suficientes las palabras: "Todo es posible para el que cree" (Mc 9,23); "Mujer, ¡qué grande es tu fe!" (Mc 15,28); "tu fe te ha curado" (Lc 8,48). En el caso presente, los gestos eran la única manera de poder llegar a la conciencia de aquel enfermo minusválido.

Nosotros hacemos lo mismo cuando tenemos que comunicarnos con estos pobres deficientes que no oyen ni hablan. Con los gestos Jesús quiere decirle al sordomudo que está dispuesto a curarle. Los gestos de Jesús eran una parábola en acción, que indicaba la curación, y excitaba la fe del enfermo. Y como para alejar el pensamiento de que aquellos no eran ritos mágicos sino obra del Padre Dios, Jesús miró al cielo, indicando de dónde iba a proceder el milagro de la curación, gimió, expresando el dolor que le producía aquel sufrimiento a su sensibilidad delicada y misericordiosa, y dio la orden: "Ábrete". Y comenzó el enfermo a hablar sin dificultad. La gente, impresionada a pesar de que Jesús les mandó que no lo dijeran a nadie, proclamaba el milagro admirada de la actuación del Señor, que "todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".