EL SACERDOTE


AMIGO, PASE Y PREGUNTE


D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.


Paco: D. José, buenos días, ¡siempre le veo metido entre papeles!


D. José: Hola, amigo Paco, buenos días nos dé Dios. Me sorprende tu visita tan temprano.


Paco: Tengo una idea dándome vueltas en la cabeza y pensé: lo mejor era venir a verle y quedarme tranquilo, porque yo le doy muchas vueltas a las cosas y termino mareado.


D. José: Me parece bien, no debemos marearnos sin necesidad. Y ¿cuál es la idea que tienes en la cabeza? A ver, explícate.


Paco: Vd. verá. Ha venido mi primo, el profesor que vive en la capital y, como siempre, presumiendo de cosas nuevas y contrarias a las que mi madre me enseñó. Ahora me dice que ¡no cree en los curas!


D. José: ¡Qué le vamos a hacer! Yo tampoco creo en algunos profesores, pero lo importante es creer en Jesucristo. Los curas, colaboradores del Obispo, somos humanos y podemos fallar, como todos los hombres. ¿Tu primo cree en Jesús el Hijo de Dios?


Paco: ¡Y que sé yo! Él se mete en mi herrería y habla, habla hasta marearme. Ayer me dijo que ve a los curas siempre con papeles y propaganda, y que uno de los Cardenales famosos, que tiene un nombre como los futbolistas extranjeros, creo que era Ratsinger, o algo parecido, había dicho: “En la Iglesia hay mucho papeleo y poco trato personal”.

¿Vd. cree que tiene razón?


D. José: En parte tiene razón, pero el trabajo de una parroquia obliga a estar escribiendo y firmando papeles de certificados de nacimientos, bautizos, bodas, etc.


Paco: ¿Vd. no cree que deben imitar a Jesucristo en el trato personal, las visitas a los enfermos, a los que viven solos, los que están presos? ¡Por ahí hay mucho que hacer! Y eso de verdad se agradece. Le pregunté a mi mujer, que se sabe el Evangelio de memoria, y me dice que Jesús no firmó ningún papel en toda su vida. ¿Es que no sabía escribir? Había que hacer el bien directo a las personas.



D. José: Jesús fundó la Iglesia, y poco a poco fue creciendo, propagándose, extendiéndose, y era necesario una administración, unos materiales de doctrina para el

mantenimiento y la continuidad de la Iglesia.


Paco: Vd. sabe más, es un hombre muy leído; pero ¿no le parece que algunos curas confunden la edificación de la parroquia con la edificación de la Iglesia? Por lo que yo entiendo y me decía mi santa madre, el templo se edifica con piedras, pero la Iglesia con amor. Y en esta materia, Vd. no se enfade, ¡hay muy poco entre los que formamos esa Iglesia que Jesús fundó!


D. José: Paco, ¡no exageres las cosas! Si en la Iglesia no hubiera amor, no hubiese durado más de dos mil años. En ese tiempo muchos santos, sacerdotes, monjas, cristianos, han dado pruebas de amor, hasta morir por ser fieles a su fe, por amor a Dios y a los hermanos.


Paco: Pero no se ve, porque si mi primo, ese profesor sabiondo, viese obras de amor verdadero, no vendría presumiendo y atacando a los que de toda la vida tenemos fe,


D. José: Mira Paco, ¡no hay mayor ciego que el que no quiere ver! Y, como para muestra, basta un botón, ¿Tu primo no oyó hablar o vio por la televisión a la Madre Teresa de Calcuta?


Paco: D. José, esos casos son excepciones, pero vemos muchos que parece están profesionalizados en su trabajo dentro de la Iglesia. Me da pena decirlo, pero, si los curas, como Vd. dice, son los colaboradores del Sr. Obispo, ¿por qué no les da un tirón de orejas, los llama a cuentas?


D. José: De todo habrá, amigo Paco, y el Obispo suele llamarnos y, si es necesario, corregirnos; pero tú y yo a rezar, porque la Iglesia es obra del Espíritu Santo, nosotros somos, ¡simples colaboradores!


El sacristán.