LA PENITENCIA (CONFESIÓN)


AMIGO, PASE Y PREGUNTE


D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO


Paco: Buenos días, D. José: He visto a dos Curas entrar en la iglesia y pensé que Vd. estaría enfermo, y los Curas venían a darle la Unción de los muertos; me preocupé y por eso he venido a visitarle.


D. José: Muchas gracias por tu interés, amigo Paco, pero gracias a Dios, me encuentro bien y fuerte. Además, la Unción no es de los muertos, es para los vivos que están enfermos o son mayores de edad.


Paco: Entonces, ¿se puede saber que hacen esos curas aquí, pues Vd. solo siempre ha sido suficiente?


D. José: ¿Tú sabes que estamos en Semana Santa? Pues esos compañeros sacerdotes han venido para ayudarme en las confesiones. Hay personas que prefieren confesarse con otros sacerdotes que no las conozcan, y hay que respetar su deseo.


Paco: ¿Vd. solo no puede? ¿Ya se cansa de cargar con los pecados de las mujeres del pueblo?


D. José: Puede ser que los pecados de los hombres y tus pecados sean más pesados que los de las mujeres. No seas machista ni juzgues mal a las mujeres, pues la tuya es una santa comparada contigo.


Paco: Eso de ser machista no sé lo que quiere decir Vd., pero macho, de verdad, sí lo soy, y si quiere comprobarlo pase por mi herrería para que vea cómo trabajo, ¡más que un mulo!


D. José: Tienes razón que eres muy buen trabajador, pero en tu relación con Dios no eres tan bueno.


Paco: ¿Qué quiere Vd. que yo haga? ¿Dejo de trabajar y me pongo a rezar el rosario con mi suegra?


D. José: Ni tanto ni tan poco; pero ya que has visto a los dos curas, podrías aprovechar y confesarte.


Paco: Mire Sr. Cura, me confesé cuando la Primera comunión vestido de blanco. Mi mujer me obligó a confesar cuando la boda. ¿No es suficiente? ¿Ya no estoy perdonado? ¿Hay que obedecer a los Curas?

D. José: De los pecados que hayas podido cometer después de la boda, me parece que no estarás perdonado si no los confiesas.


Paco: ¿Qué pecados, dígame Vd.? Yo no mato, no robo, no hago daño a la gente, aunque a veces me caliento con los que no me pagan el trabajo que les hago. Entonces, ¿qué voy a confesar?


D. José: Acepto que tú no haces daño; pero ¿tú haces bien a los demás? Si ves a un hombre caído en el suelo y no le ayudas; si un vecino tuyo tiene hambre y no le das algo de tu comida. ¡Eso puede ser pecado!, porque los cristianos tenemos que imitar a Jesús, que no hizo mal, y pasó haciendo el bien.


Paco: Vd. por palabras siempre me gana; pero yo pienso que es suficiente pedirle perdón a Dios. ¿Para qué ir a un cura?


D. José: No sabía que tenías ideas protestantes. ¿Quién te metió esas ideas en la cabeza? Siempre la confesión ha sido un Sacramento necesario y muy importante.


Paco: ¿Protestante yo? ¡No me ofenda Sr. Cura! Toda mi familia, según me decía mi abuela, que era una santa de Misa diaria, ha sido católica romana, del Papa; y yo, no soy Cura, pero católico ¡igual que Vd.!


D. José: Si tú eres católico como dices, debes cumplir los Mandamientos de la Iglesia y confesarte y comulgar una vez al año. También recordar que la confesión, para que nos perdone los pecados, no la inventamos ni mandamos los curas. Fue el mismo Jesús quién dijo a sus discípulos: “A quienes les perdonéis los pecados les serán perdonados, y a quienes no se los perdonéis no les serán perdonados.” Si todavía tienes dudas, coge el Evangelio que tiene tu mujer y lee el capítulo 20,23 de San Juan, y después ven a la iglesia y confiésate, para quedar en paz con Dios, contigo mismo y con los demás.


El sacristán.