SEGUIR AL SEÑOR


AMIGO, PASE Y PREGUNTE

D. JOSÉ, EL CURA, Y PACO, EL HERRERO.

Paco: Buenos días, D. José. En la Misa de ayer Vd. habló ¡cómo nunca! El tema del seguimiento del Señor, me llegó al alma. Se lo agradezco.

D, José: Me alegro te haya gustado lo que dije, pero no tienes que agradecerme nada, porque yo me he limitado a cumplir con mi misión de evangelizar a las gentes.

Paco: Sí, claro, lo comprendo; pero siempre es de agradecer que nos proporcionen alimentos que no sean solamente para el vientre.

D. José: Yo también me alegro que un feligrés mío comprenda y acepte que estamos formados por un cuerpo y un alma, y los dos necesitan ser cuidados y alimentados.

Paco: A pesar de todo, me he pasado la mañana pensando, entre martillazo y martillazo en el yunque: Está bien eso de “seguir a Jesús”, pero lo que no veo claro es dónde está Jesús y cómo le sigo.

D. José: Hombre, Paco, habrás oído en la lectura de la Palabra de Dios decir a Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Jesús está presente de una forma total, con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Hostia consagrada, que después reservamos en el Sagrario; pero también está a nuestro lado, aunque no lo veamos; por eso debemos pedir el don de tener “Conciencia de su presencia.”

Paco: Sí, sí, muy bonito y bien explicado; pero el problema está en saber: ¿cómo le sigo?

D. José: Jesús dijo a sus discípulos; “el que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga”, y allí donde esté Yo, estará mi servidor.”

Paco: Eso lo veo más oscuro, porque Jesús cargó una pesada cruz de madera hasta el Calvario, según dice el Evangelio; pero ¿cuál es la cruz mía?

D. José: Todos los sufrimientos que nos da la vida deben ser aceptados como “cruces” para unirlas a la Cruz del Señor; ofreciéndolo por nuestros pecados y por los de todo el mundo. Pero a mi entender, la verdadera cruz son los sufrimientos derivados del fiel cumplimiento de nuestra misión.

Paco: Bueno, los Curas tienen una misión concreta de evangelizar y administrar los Sacramentos. Todo muy bonito y fácil, pero no veo de dónde vienen los sufrimientos del Cura por hacer esas cosas, pues en el pueblo se le quiere y respeta mucho.

D. José: Es posible que tú, en el bar, en la herrería o donde sea, ¿nunca has oído o visto hablar contra la Iglesia y los Curas? ¡Tantos hermanos nuestros que han sido atacados y asesinados por esos lugares del mundo!

Paco: En esos lugares de salvajes si puede ser, pero aquí y en nuestra patria me parece ¡imposible!

D. José: Paco, ¡qué poco conoces nuestra historia y la de los sacerdotes y cristianos martirizados! Sería bueno que leyeras sobre eso y se fortaleciera tu fe y amor a Jesús.

Paco: Así será cuando Vd. lo dice, pero le preguntaré a mi mujer si lo sabe o tiene algún libro que lo explique, pues me gustaría enterarme bien.

D. José: Si tienes interés y tiempo para leerlo, yo te prestaré uno que hay en la biblioteca parroquial. Pasa por allí una tarde y te lo doy.

Paco: Muy agradecido; pero, lo que me queda oscuro es: ¿dónde está la cruz que me toda a mí?

D. José: Paco. Tu vocación, la misión que el Señor te ha señalado está en el matrimonio. Entonces yo te pregunto: “¿es muy fácil la convivencia matrimonial y familiar? ¿Nunca tienen problemas, disgustos, sufrimientos?

Paco: Hombre, D. José, ¡cómo se nota que Vd. está soltero! Pero bien enterado estará por los cuentos que le traen las mujeres y las confesiones que hace. Claro que sí tenemos que aguantar mucho, y, entonces, aceptarlo ¿es seguir a Jesús con nuestra cruz? ¡Ahora me entero, después de tanto cargarla! Pero bienvenidas sean si ello me ayuda a caminar en compañía del Señor Jesús.

El sacristán.