Ave María llena de Gracia



El apóstol S. Juan dice: “Dios es Amor.” Entonces, todo lo que recibimos de Dios es amor o fruto del Amor.
La Gracia es un don de Dios, o un don de amor, una ayuda que nos fortalece para rechazar las tentaciones, evitar el pecado y tener una vida santa, durante toda nuestra existencia. También la recibimos en momentos de sufrimiento, que nos ayuda a tener la fortaleza necesaria para soportarlo.

Cuando san Pablo pedía a Dios que le quitara las tentaciones de la carne, Dios le contestó: “Te basta mi gracia.” La fortaleza de espíritu que te comunico. La Gracia de Dios no se refiere solo al perdón de Dios, sino que manifiesta el poder que Dios nos da para abandonar el pecado y vivir para siempre en unión con Dios..

El don de la Fe es una Gracia de Dios, un don gratuito, y le llamamos “gracia” que quiere decir recibido gratis. No debemos presumir de nuestras buenas obras, porque son fruto de la Gracia de Dios, aunque nosotros hemos correspondido.

Al hablar de gracia se hace una distinción. Es un estado estable y sobrenatural que perfecciona nuestra alma, para hacerla capaz de vivir en unión con Dios, de obrar por su amor. Esta gracia la recibimos en el Bautismo, y si la perdemos por el pecado mortal, la recuperamos otra vez en el sacramento de la confesión.

El ángel Gabriel, hablando a la Virgen María, después del saludo, le dijo: “Alégrate,” la llama “Llena de Gracia.” Estas dos palabras tienen una profunda unión: María es invitada a alegrarse, sobre todo porque Dios la ama y la llena de Gracia pensando en que será la Madre del Hijo de Dios. María recibió todas las gracias necesarias, para poder cumplir bien la misión de ser la Madre del Hijo de Dios.

La experiencia de los santos enseña que la Gracia es la causa de alegría y que la verdadera alegría viene de Dios. En la Virgen María, como en los cristianos, el don de Dios es causa de gran gozo.

Desde el momento en que la Virgen María, libre y generosamente, dio el Fíat al anuncio del Ángel Gabriel, comunicándole que Dios la había elegido entre todas las mujeres para ser la Madre del Mesías esperado durante siglos por el pueblo de Israel, sin comprender claramente como sucedería su maternidad, Dios llenó, colmó de Amor y de Gracia a la joven Virgen María.