La Confirmación





LA CONFIRMACIÓN

Jesús había dicho a los Apóstoles; “Cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el último pueblo del mundo.”

El día de Pentecostés, el Espíritu Santo, enviado por Jesús resucitado, derramó su luz y su fortaleza a los Apóstoles. Después de este día, los Apóstoles daban testimonio con mucho valor de la resurrección de Jesús, bautizaban a las personas que se convertían y creían en Jesús resucitado. Después de bautizarlos, les imponían las manos. Les comunicaban el don del Espíritu Santo, que ellos ya habían recibido.

Así lo explica el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Cuando los Apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que en Samaría las personas habían recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los creyentes, para que recibieran el Espíritu Santo; que todavía no había venido sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo”

La celebración de este sacramento se realiza principalmente en una acción con dos partes: la imposición de las manos y la unción con el santo crisma.
En la Sagrada Escritura imponer las manos es señal de bendición, Las personas que se confirman reciben la responsabilidad de manifestar y defender la fe., y son enviados como testigos de Cristo. Ungir con el santo crisma es ungir con el aceite perfumado que consagra el obispo. El aceite es signo de fuerza, salud y alegría.

En el sacramento de la Confirmación los bautizados reciben una gracia especial del Espíritu Santo, que los une más perfectamente a la Iglesia y los fortalece para difundir y defender la fe., como verdaderos testigos de Cristo.

Muchos cristianos, fortalecidos por el don del Espíritu Santo, han defendido su fe en momentos difíciles, han dado testimonio de Cristo hasta morir fieles a Él. A estos cristianos los llamamos mártires. La palabra mártir significa testigo.
La mayor arte de los cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en los momentos normales de su vida: en la familia, en la escuela, en la sociedad civil, en el servicio a los más necesitados, y siempre en los lugares en donde viven y trabajan.