IV Domingo de Cuaresma



Los judíos decían que Jesús se reunía y comía con publicanos y pecadores.
Jesús les respondía que los enfermos son los que necesitan médico, los sanos no.
Él vino al mundo y se sacrificó para salvar a los pecadores, y todos somos pecadores.
La parábola del hijo que se separó del padre y vivió una vida de libertad y vicio.
Cuando no tenía dinero ni comida, entonces se acordó de su padre.
El joven dijo: “Me levantaré, iré a casa de mi padre y le pediré perdón.”
Nosotros,  por el vicio y el pecado nos separamos del Padre Dios.
Entonces recordamos el tiempo de paz y felicidad en la comunidad cristiana.
No miedo al encuentro con el Padre, que, antes de llegar, ya nos ha perdonado.
El Padre nos espera con los brazos abiertos en el Sacramento de la Confesión.
Dios es Amor y quiere, desea el regreso de todos los hijos a la Casa del Padre.
En el cielo hay una fiesta por cada pecador que se convierte.
“Porque este hijo estaba muerto y ha resucitado, perdido y lo encontramos.”
Hay que rechazar el pecado de orgullo, con humildad, volver al amor de Dios.
El hermano no se alegra de la venida porque no ama.

DOMINGO CUARTO DE CUARESMA  (C)

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Josué.   (5,9. 10-12)

En aquellos días, el Señor dijo a Josué: “Hoy libraré a tu pueblo de la vergüenza de Egipto. “Los israelitas pusieron sus tiendas en el campo de Guilgal y celebraron la fiesta de la Pascua por la tarde del día 14 del mes, en la llanura de Jericó. El día siguiente a la Pascua, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas de trigo fritas. Cuando empezaron a comer el fruto de la tierra, se acabó el maná, y aquel año comieron de fruto de la tierra de
Canaán.
Palabra de Dios.

R.-Te alabamos Señor.

SALMO RESPONSORIAL   33, 2-3. 4-5. 6-7

R.-Gustad y ved que bueno es el Señor.
Yo alabo siempre al Señor, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se alegra en el Señor: que los humildes lo escuchen  y se alegren.

R.-Gustad y ved que bueno es el Señor.
Anunciar conmigo la grandeza del Señor, alabemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libro de todas mis angustias.

R.-Gustad y ved que bueno es el Señor.
Contemplarlo, y quedaréis felices, vuestro rostro no se avergonzará.
Si la persona triste llama al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias.

R.-Gustad y ved que bueno es el Señor.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.  (5, 17-21)
Hermanos: El que es de Cristo es una persona nueva. Lo antiguo ha pasado, y todo se hizo nuevo. Todo esto viene de Dios, que con Cristo se unió a nosotros, y nos encargó la obra de hacer la paz.  Por Cristo, Dios ponía al mundo en paz con Él; a los hombres ya no les recordaba sus pecados y a mi me encargaba la obra de hacer la paz. Por eso, nosotros obramos  como enviados de Cristo, y es igual que si el, mismo Cristo les hablara. En nombre de Cristo les pedimos que hagan la paz con Dios. A Cristo que no hizo pecado, Dios lo sacrificó por nosotros, para que nosotros, unidos a Él, participemos de la vida santa de Dios.
Palabra de Dios.

R.-Te alabamos Señor.


EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas,    (15, 1-3. 11-32)

En aquel tiempo, los publicanos y los pecadores se acercaban a Jesús para escucharle. Y los fariseos decían “Ese acoge a los pecadores y come con  ellos.”
Jesús les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos, y el más joven dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me pertenece.” El padre dividió sus propiedades entre los dos hijos.
Unos días después, el joven se fue a un país lejano, y allí gastó todo su dinero en fiestas y mala vida. Cuando se le acabó todo el dinero, hubo un tiempo de mucha hambre en aquel país, y el joven no tenía que comer. Empezó a buscar trabajo, y un señor le dio el trabajo de cuidar cerdos. El joven tenía hambre, y deseaba coger la comida de los cerdos, pero nadie le daba comida.
Entonces pensaba: ¡cuántos trabajadores de mi padre tienen pan y buena comida, y yo aquí me muero de hambre! Voy a la casa de mi padre y le diré: “Padre, he pecado contra Dios  y contra ti, ya no puedo llamarme hijo tuyo.” Y volvió a la casa del padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio, y muy emocionado, fue corriendo al encuentro de su hijo, lo abrazó y lo besó.
El hijo empezó a decirle: “Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no puedo llamarme hijo tuyo.”
Pero el Padre dijo a sus criados: “Deprisa, traer la mejor ropa y vestirle, ponerle un anillo en el dedo y zapatos en los pies. Maten un becerro y celebramos un banquete con alegría, porque este hijo mío estaba muerto y ha resucitado; estaba perdido, y lo encontramos.” Y empezaron el banquete.
El hijo mayor estaba en el campo; y al venir a la casa oyó la música y preguntó a uno de los criados qué pasaba. El criado le dijo: “Ha regresado tu hermano, y tu padre mandó matar un becerro, porque tu hermano ha venido bien.” El hermano mayor se enfadó y no quería entrar en la casa.
El padre salió a buscarle y le pedía que entrase en la casa a la fiesta. Pero el hijo dijo al padre: “Hace muchos años que vivo contigo y siempre te obedecí, y nunca me diste un becerro Para hacer una fiesta con mis amigos, y ahora que viene este hijo tuyo, que ha gastado todo su dinero con malas mujeres, y le matas un becerro y haces una fiesta.”
El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis propiedades son tuyas; pero es justo celebrar una fiesta y alegrarnos, porque tu hermano había muerto y ha resucitado; estaba perdido y lo hemos encontrado.”
Palabra del Señor.

R.-Gloria a ti, Señor Jesús.